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El incesto de Nietzsche

Fragmentos de su libro póstumo titulado “Mi hermana y Yo“

Mi hermana y yo, es la autobiografía del alma de Nietzsche. Ha tenido que esperar mucho más tiempo que Ecce Homo para ver la luz. No podía ser publicado mientras vivieran algunas de las principales personas citadas en él.

“El mundo de mi hermana es el de luces y sombras dispersas, las luces de sus verdaderas pasiones y las sombras de las ideas falsas con las cuales el mundo la ha hechizado.

Por todo lo que ha pasado entre nosotros (directamente en nuestros años de infancia, y directa e indirectamente luego) no es, ni hermana ni ninguna de las otras cosas — consejera y sostén espiritual— como hubiera querido que yo y el mundo pensara que era. Para mí, Elisabeth es primeramente una mujer, el soleado y caluroso puerto hacia el cual gravita toda mí vida.

Sucedió por primera vez entre Elisabeth y yo, la noche en que nuestro hermano menor, Joseph, murió, aunque no teníamos idea de que estuviera moribundo, cuando se deslizó en mi lecho, quejándose de que hacía frío, porque sabía que yo estaba siempre templado. En realidad, eso no era verdad. Aun en esos lejanos días, sufría de escalofríos que me atacaban en los momentos más diversos e inesperados. Y esa noche me sentía especialmente destemplado… Toda la tarde, el pequeño Joseph había alborotado la casa con sus gritos y suspiros de agonía… De improviso, sentí las cálidas manecillas de Elisabeth en las mías, su susurrante vocecita en mi oído, y comencé a sentirme acalorado por doquier.

Amaba y vituperaba al mismo tiempo ese cálido bienestar que Elisabeth me traía en esas inesperadas horas de la noche. Generalmente me encontraba en medio de un profundo sueño, cuando entraba en mi cama, y pese a las agudas sensaciones que experimentaba por los menesteres de sus deditos regordetes, ello suponía el quedar despierto durante horas y horas. Además, aunque mi naturaleza consciente ignoraba completamente lo que estaba sucediendo, he debido sentir que mi hermana traía a mi vida, como hechos consumados, sensaciones cuyo verdadero valor para un niño estriba en ir descubriéndolas en las experiencias del crecimiento. Me estaba regalando triunfos que yo debía alcanzar por derecho, sólo mediante mis propios esfuerzos en un mundo mucho más restringido.

¡Oh, cuántas terribles y magníficas cosas perdí por tu culpa, mi oscura princesa! Has dejado mi boca tan seca como un esqueleto en el desierto. El cielo te ayude si nuestro destino ha de unirse en el mismo círculo del infierno.

Mamá me asegura nuevamente que jamás hubiera enfermado si Elisabeth hubiese estado aquí… 

No tengo nada que decirle sobre esto. Podría contestarle que quizás no hubiera necesitado ayuda alguna si no fuera por la interferencia inicial de Elisabeth en mi vida. Si hiciera eso, debía hacerle saber también la verdadera situación de las relaciones entre sus hijos, y entonces, casi inmediatamente, nos hubieran confinado a los dos en lugar de uno solo. 

…En mi filosofía, me he atrevido a rasgar todas las máscaras, toda simulación de la mente del «hombre», y hacerlo trotar en el escenario de la vida en su desnudo e impúdico esqueleto. Lo que me he atrevido a hacer con «todos los hombres», ¿evitaré hacerlo yo mismo? ¿Deberé descender enmascarado a la tumba, cobarde mortal e intelectual, yo, que he predicado el deber hacia la «verdad» por sobre todos los deberes?

La muerte no me dará la victoria sobre la vida, pero mi confesión me dará cierta inmortalidad, pues me atreví a rasgar el velo del Santo de los Santos, y mostrará el espíritu desnudo con todas sus llagas pútridas. Al elevarme del sueño de la vida no estoy en condiciones de desafiar la realidad de la condena desde el otro lado de la tumba.

A pesar de sus inclinaciones incestuosas, Elisabeth ha sido para mí un padre y una madre. Sin su estricta disciplina, mi genio se habría anulado en mi temprana juventud cuando me di cuenta por vez primera que Dios estaba muerto y que estamos atrapados en el «vacío» de un torbellino, un caos de vida sin sentido.

¡Si tan sólo pudiera expresarme en una forma delicada con el fin de derribar un ídolo sin destrozar o manchar su hermosa superficie! Pero yo soy el filósofo con el martillo, un enemigo jurado de todos los cultos de idolatría, aun el antiguo culto chino de venerar a la familia…

Cuando no estoy enojado con ella, veo una gran cantidad de trigo dorado y brillante en la naturaleza de Lama . Si las cizañas aparecen desagradables al lector, es necesario recordarle que no constituyen la personalidad total, sino sólo la parte que no ha sido revelada jamás a los ojos del hombre. Pero los ojos de «la eternidad» las han visto antes, y mientras me muevo rápidamente desde el tiempo pondérable al tiempo infinito y la riño duramente, es porque en mi actual estado de desesperación tengo más conciencia de los defectos de Lama que de sus virtudes. Los espíritus se elevan hacia las estrellas, los impetuosos espíritus que han sido destinados al infierno, atrapados en el vómito del deseo incestuoso. Elisabeth es el diablo honesto de Hugo que ha encontrado un Dios descortés, pero aun el diablo puede desplegar alas, pues todos hemos sido habitantes del cielo alguna vez. Ella sobrevivirá al fango de estas notas que he salpicado en la necesidad de lavar mi espíritu y sentirme limpio, ¡una extraña paradoja de la psiquis!… ¡Si tan sólo pudiera expresarme en una forma delicada con el fin de derribar un ídolo sin destrozar o manchar su hermosa superficie! Pero yo soy el filósofo con el martillo, un enemigo jurado de todos los cultos de idolatría, aun el antiguo culto chino de venerar a la familia. ¡No hay nada sagrado para mí, ni siquiera mi propia madre y mi hermana!…

He sido un rebelde contra el universo, y el universo ha cumplido su venganza sobre mí. 

El gran final del arte es sacudir la imaginación con la fuerza de un alma que no admite la derrota aun en medio de un mundo que se derrumba

Me han quebrantado en las ruedas de la fatalidad; estoy agonizando, pero mi querida hermana ya me considera muerto y solamente ansia salvarme para el futuro imperecedero y la inmortalidad física de que habló Spinoza. Goza ya mi inmortalidad, pues vienen aquí hombres famosos a presentar sus respetos y traer flores de adulación a mi prematura tumba. Ella les repite mi Canto de los Sepulcros : ¡Salve, voluntad mía! Y sólo donde hay sepulcros hay resurrecciones. Le sonrío con aprobación, pero mi voluntad de afirmar la vida por encima de todos los colores se ha secado como agua en un pozo vacuo. Me ahogo en el sofocante vacío de la vejez, sin amor, sin vida, sin el canto de las «sirenas» que me devuelva a mi ser vital, coronado una vez con la verde guirnalda de la gloria. ¡Oh, pájaros cantores de mis esperanzas! ¿Dónde estáis? Vuestras gargantas están quebradas y vuestra sangre hierve sobre las secas arenas del desierto. Y las «sirenas» están mudas y enterradas en el Gran Silencio del Abismo.

Le he pedido a la vida que deje su estampa en mi desgarrada imagen: la vida es total y completa, sólo que estoy destrozado y listo para convertirme en un montón de polvo. El divino Nietzsche no es siquiera humano o subhumano, es simplemente un angustioso grito incorpóreo en el caos de alaridos de nuestros días… Ahora no puedo siquiera buscar amparo en mi condición de humano o de bruto; mi cuerpo está paralizado, mi cerebro se transforma en roca, y las personas que sostendrán mi paño mortuorio discuten mi grandeza en presencia mía, como si ya estuviera envuelto en la mortaja.

Ésta es la paradoja de mi existencia: he amado la vida apasionadamente, pero nunca me atreví a encauzar este amor en la dirección de una experiencia erótica normal.

Nunca quise mi orgullosa soledad: he deseado ansiosamente el amor apasionado de una mujer que pudiera redimirme del terror de un mundo que ha sido testigo de la muerte de Dios. Como le escribí a Elisabeth: Un hombre profundo debe tener amigos, si es que no tiene un Dios. ¡Pero yo ni tengo Dios, ni un solo amigo!

Me cansé paulatinamente del mundo del cual recibí sólo engaños. Apenas tuve el precioso regalo del amor como solaz, me fue arrebatado por las «vandálicas» manos de mi celosa hermana. Igual que el guardián cuida las torres purpúreas de una ciudad, así hizo guardia sobre las purpúreas torres de nuestra pasión incestuosa.

El amor de una mujer es en verdad un bálsamo para el alma herida, pero el incesto es un jardín cerrado, una fuente sellada, donde las aguas de la vida se secan y las flores recién abiertas se marchitan con sólo tocarlas. Así me retraigo interiormente en mi desesperación, y sólo recuerdo los besos culpables de aquella que cerró toda salida a la vida de amor, condenándome a un odio hacia Dios, hacia el hombre y hacia mí mismo que consume totalmente, y se agrupa a mi alrededor como un sueño sin forma, atrapándome en el terror de mí mismo; el miedo de un hombre que ha sido ensombrecido por el amor que él ha matado…”

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