“El espíritu humano, una vez que lo han reducido ciertas ideas, ya sea por su encanto, ya por el imperio de la tradición y de la fe que se les presta, vese obligado a ceder a esas ideas poniéndose de acuerdo con ellas; y aunque las pruebas que desmienten esas ideas sean muy numerosas y concluyentes, el espíritu o las olvida, o las desprecia, o por una distinción las aparta y rechaza, no sin grave daño; pero preciso le es conservar incólume toda la autoridad de sus queridos prejuicios.

Los ídolos del prejuicio, esto es: los conceptos falsos que ya ejercen la ocupación del entendimiento humano, no sólo obstaculizan con su poder el acceso a la verdad; aunque hayan permitido el encuentro con ella, tras la restauración de la ciencia se presentarán de nuevo para cerrarnos el camino. A no ser que el público esté sobre aviso y se proteja en lo posible contra los prejuicios.

 

Hay cuatro tipos de ídolos de prejuicio; todos se han apoderado del ánimo humano. Para fijar las ideas los designo con los nombres siguientes: prejuicios de la especie; prejuicios del punto de vista; prejuicios de la sociedad; y prejuicios del teatro.

Los ídolos de la especie se fundan en la misma naturaleza humana; es decir: en la especie y en el linaje de los hombres… es falso y erróneo afirmar que nuestros sentidos sean la medida de las cosas. Lo contrario: todas las representaciones, tanto sensibles como espirituales, son análogas (similares al hombre); y no al universo. El entendimiento es como un espejo no plano; al reflejar las cosas mezcla su propia naturaleza con la de éstas, deformándolas, y dañándolas.

Cada quién convive con los ídolos de la caverna de su propia motivación afectiva. Son las simpatías y aversiones que nos implantaron educación y socialización; son los ideales, los ejemplos condicionantes, las secuelas de triunfos y frustraciones.

De la convivencia con los demás surgen los ídolos del mercado, de la plaza pública, de las relaciones interpersonales. Son los prejuicios de raza, de status, de posición social, de lo que se es y, y sobre todo, de lo que se tiene. Son las falsedades que nos infunden televisión y radio: los amañados conceptos de virilidad y poderío; las mentiras de la propaganda comercial que estrujan el deseo de los humanos de ser feliz, de tener cosas, es disfrutar de la “dolce vita”.  Ignacio Burk, Filosofía.

 

Hay prejuicios que han sido trasmitidos a las mentes por las diferentes tesis de los sistemas filosóficos y por el empleo de métodos incorrectos de demostración…

…Los denomino prejuicios del teatro. Creo que todos los sistemas filosóficos inventados y admitidos hasta ahora, son en su conjunto nada más que fábulas, arregladas y presentadas al público para que contemple mundos poéticos y teatrales. No sólo hablo de las construcciones doctrinales, y sectas antiguas; es que tales fábulas son inventadas y compuestas hoy todavía en gran número. A pesar de que sean diversamente erróneas, su falsedad tiene orígenes casi comunes. Además, no quiero referirme sólo a los sistemas generales de filosofía; también, me refiero a algunos principios y axiomas científicos que deben su prestigio a la tradición, a la ciega fe y a la negligencia (intelectual).

El entendimiento humano no es una luz pura, exenta de sofisticación. Influencias procedentes de la voluntad y la concupiscencia lo enturbian. De este modo se hace de las ciencias lo que se quiere. Lo que se desea creer, esto lo creemos fácilmente. Y así desechamos: lo difícil, porque al investigarlo perdemos la paciencia; lo humilde y sobrio, porque no se aviene con nuestras esperanzas de grandeza; las ocultas fuerzas que mueven la naturaleza, porque somos supersticiosos; la luz de la experiencia, porque somos arrogantes y orgullosos y no queremos dar la impresión de que nuestro espíritu se ocupe en cosas viles y mutables; las opiniones nuevas y extraordinarias, porque somos afectos a las que están de moda. En resumen: nuestras propensiones afectivas impregnan y envenenan al entendimiento de incontables modos y, a menudo, de una manera imperceptible.”

 

 

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