¡Apiádate de mí, Alma mía! Gibran Khalil ¿Por qué lloras, Alma mía? ¿Acaso desconoces mis flaquezas? Tus lágrimas me asaetean con sus puntas, Pues no sé cuál es mi error. ¿Hasta cuándo he de gemir? Nada tengo sino palabras humanas Para interpretar tus sueños, Tus deseos, y tus dictados. Contémplame, Alma mía; he Consumido días enteros observando Tus enseñanzas. ¡Piensa en todo Lo que sufro! Siguiéndote mi Vida se ha disipado. Mi corazón se ha glorificado en el Trono, pero ahora no es más que un esclavo; La paciencia era mi compañera, más Ahora se ha vuelto en mi contra; La juventud era mi esperanza, más Ahora desaprueba mi abandono. ¿Por qué eres tan acuciante, Alma mía? He rehusado el placer Y he abandonado la dicha de la vida En pos del camino que tú Me has obligado a recorrer. Sé justa conmigo, o llama a la Muerte Para que se desencadene, Pues la justicia es tu virtud. Apiádate de mi corazón, Alma mía. Tanto Amor has vertido sobre mí que Ya no puedo con mi carga. Tú y el Amor son un poder inseparable; la Materia Y yo somos una debilidad inseparable. ¿Cesará alguna vez el combate Entre el débil y el poderoso? Apiádate de mí, Alma mía. Me has mostrado la Fortuna Inalcanzable. Tú y la Fortuna moran En la cumbre de las montañas; la Desdicha y yo Estamos juntos y abandonados en lo profundo Del valle. ¿Se unirán alguna vez El valle y la montaña? Apiádate de mí, Alma mía. Me has mostrado la Belleza y luego La has ocultado. Tú y la Belleza moran En la luz, la ignorancia y yo Somos uno en la oscuridad. ¿Invadirá La luz alguna vez las tinieblas? Tu deleite llega con el Fin, Y ahora te revelas anticipadamente; Mas este cuerpo sufre por la vida Mientras vive. Esto es, Alma mía, el desconcierto. Presurosa huyes hacia la Eternidad, Mas este cuerpo fluye lento hacia El Fin. Tú no lo esperas, Y él no puede apresurarse. Esto es, Alma mía, la tristeza. Te elevas raudamente, por el mandato De los cielos, mas este cuerpo se desploma Por la ley de gravedad. No lo consuelas Y él no te quiere. Esto es, Alma mía, la desdicha. Eres rica en sabiduría, mas este Cuerpo es pobre en comprensión. Tú no te arriesgas Y él no puede obedecer. Esto es, Alma mía, el límite de la desesperación. En el silencio de la noche visitas Al enamorado y gozas con la dulzura De su presencia. Este cuerpo será por siempre La amarga víctima de la esperanza y la separación. Esto es, Alma mía, la tortura despiadada. ¡Apiádate de mí, Alma mía! Hacer Comentario Cancelar RespuestaSu dirección de correo electrónico no será publicada.ComentarioNombre* Email* Sitio Web Guarda mi nombre, correo electrónico y web en este navegador para la próxima vez que comente.